¿Podríamos entender a los alienígenas si los encontráramos?

Muchos científicos coinciden en que civilizaciones alienígenas existen. La gran cuestión ya no es “si existen”, sino cuándo nos cruzaremos con ellas, si en un futuro cercano o dentro de miles o millones de años. La sola idea de un encuentro cercano con seres extraterrestres nos obliga a replantearnos todo lo que damos por sentado sobre la comunicación, la cooperación y el lenguaje.
Imaginemos por un momento la escena: un día, de repente, estamos cara a cara con miembros de una especie alienígena. ¿Qué haríamos primero? Probablemente, comunicarles que venimos en son de paz. Pero, ¿seríamos capaces de entendernos entre nosotros? ¿Podríamos intercambiar ideas complejas o conceptos abstractos?
El incidente OVNI de ManisesLa ciencia como idioma universal
Hay un área en la que podríamos sentirnos confiados: la ciencia. Las leyes del universo son las mismas en cualquier rincón del cosmos. Esto significa que diferentes civilizaciones podrían describir estas leyes de manera distinta, pero los conceptos fundamentales serían equivalentes.
Este principio es el que sustenta proyectos como SETI (Search for Extraterrestrial Intelligence) y METI (Messaging Extraterrestrial Intelligence), iniciativas que buscan señales inteligentes en el espacio y envían mensajes diseñados para ser comprendidos por cualquier especie capaz de entender la ciencia básica: matemáticas, física, química.
En cierto modo, si encontráramos alienígenas, nuestra primera conversación podría ser “científica”, usando números, gráficos o incluso secuencias de pulsos luminosos y sonoros. Sin embargo, la vida cotidiana y la cooperación requieren algo más complejo: el lenguaje.
El desafío del lenguaje alienígena
El lenguaje humano es el pilar de la cooperación. Gracias a él, podemos coordinar esfuerzos y trabajar en grupos sorprendentemente grandes. Por esta razón, se asume que cualquier civilización tecnológicamente avanzada habría desarrollado alguna forma de lenguaje.
Pero aquí surgen los problemas: el primer obstáculo sería el medio de comunicación. Los humanos percibimos sonidos entre 85 y 255 Hz y luz entre 430 y 770 THz. Es poco probable que los alienígenas compartan estos rangos, ya que su evolución podría haber creado sentidos completamente distintos.
No obstante, esto es un problema principalmente técnico. Experimentos con sonidos de ballenas acelerados, que de otro modo serían inaudibles para nosotros, muestran que es posible mapear estímulos “alienígenas” a formas perceptibles para los humanos. Lo que suena extraño al principio puede traducirse a un medio que entendamos.
Gramática versus semántica: la gran incógnita
El verdadero desafío es comprender la estructura interna de un lenguaje alienígena. En la psicología del lenguaje, hay dos enfoques que ofrecen perspectivas muy distintas:
El enfoque generativista: la barrera genética
Los generativistas sostienen que la gramática está codificada en el cerebro humano. Según esta teoría, los humanos nacemos con una gramática universal, un conjunto de parámetros limitados que definen cómo se combinan las palabras. Por ejemplo, la posición del verbo frente al complemento varía:
En inglés: “Bob gave a cake to Alice” (verbo primero)
En japonés: “Bob to Alice a cake gave” (verbo al final)
Para los generativistas, es extremadamente improbable que una especie alienígena comparta estos parámetros. Noam Chomsky, principal defensor de esta teoría, señala:
"Si un marciano hablara un idioma que violara la gramática universal, simplemente no podríamos aprenderlo como aprendemos inglés o swahili… Estamos diseñados para lenguas humanas, no para idiomas completamente diferentes."
En otras palabras, según este enfoque, la brecha cognitiva podría ser insalvable.
El enfoque cognitivo: la semántica como puente
El enfoque cognitivo prioriza el significado por encima de la forma. Una frase como “la cuadruplicidad bebe procrastinación” puede cumplir reglas gramaticales, pero carece de sentido. Comprender un idioma requiere entender los conceptos que estructuran el pensamiento de sus hablantes, no solo la gramática.
Aquí entra en juego un fenómeno fascinante: la evolución convergente. A lo largo de la historia de la vida, organismos muy distintos han desarrollado soluciones similares: alas, ojos o incluso comportamientos complejos. Esto indica que, aunque los alienígenas evolucionen de manera diferente, podrían compartir bloques cognitivos básicos con nosotros: nociones de pasado y futuro, semejanza y diferencia, agentes y objetos.
Si una especie alienígena manipula objetos, interactúa socialmente y combina conceptos, podríamos encontrar suficientes estructuras mentales comunes para entender su lenguaje. Incluso los aspectos más avanzados de nuestro pensamiento humano derivan de bloques universales que podrían coincidir con los suyos.
Aprender un idioma alienígena: ¿imposible o factible?
Investigaciones recientes en redes neuronales muestran que no se necesitan estructuras cerebrales especializadas para aprender un idioma. Esto sugiere que podría ser posible aprender lenguas que no se ajusten a la gramática universal humana.
Sin duda, habrá aspectos inaccesibles: igual que no entendemos todos los matices de la poesía de otras culturas, algunos elementos del lenguaje alienígena podrían escapar a nuestra comprensión. Algunas especies podrían vivir en universos mentales tan distintos que solo podríamos entender su lenguaje de manera aproximada.
Aun así, hay motivos para ser cautelosamente optimistas. Las estructuras universales en los mundos físico, biológico y social podrían servir como un marco común de referencia, permitiendo que humanos y alienígenas se entiendan en lo esencial, incluso si ciertas sutilezas nos resultan incomprensibles.
Más allá de la ciencia ficción
Si alguna vez nos encontramos con alienígenas, el encuentro no solo sería un hito científico, sino también un desafío cultural y filosófico. La manera en que nos comuniquemos reflejará no solo nuestra tecnología, sino nuestra capacidad de empatía, adaptación y creatividad.
Podríamos descubrir formas de pensar y percibir la realidad completamente diferentes, y aun así hallar puntos de contacto. En última instancia, aprender su idioma podría convertirse en un acto de exploración compartida, donde la curiosidad y la cooperación sean más importantes que la gramática perfecta.
En resumen, aunque nunca sepamos con certeza cómo sería la comunicación interestelar, la ciencia y la cognición nos ofrecen razones para creer en la posibilidad de entendimiento, y quizás en un futuro no tan lejano, los humanos podamos mirar al cielo y hablar, de alguna manera, con nuestros vecinos del cosmos.

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